sábado, 30 de septiembre de 2017

El poder del docente

Bienvenido viajero, toma asiento.

En esta ocasión vamos a hablar de un tema realmente peligroso: El poder que los docentes tienen sobre sus alumnos como líderes.


El origen de esta entrada surge como análisis de dos películas:


Este largometraje es una crítica brutal.

Sobre cómo un profesor puede influenciar a sus alumnos de una forma completamente inintencionada (miento, existe una intencionalidad inicial, pero se le va completamente de las manos hacia un camino que no esperaba).

Sobre cómo el ser humano es total y completamente capaz de tropezar varias veces con la misma piedra, hasta en los casos más radicales.




Esto es un experimento en toda regla pero con seres humanos.

Se realiza tanto con niños como con adultos (con idénticos resultados) en el marco de los problemas de racismo de los EEUU.

En ello, entre otras cosas, se demuestra la volubilidad e influenciabilidad del ser humano. La ruindad de aquellos que se encuentran (sin un motivo que haga que se lo merezcan) en una posición de poder y cómo se aprovechan de ello. Y, sorprendente para mí, como una larga relación puede significar muy poco cuando la discriminación entra en juego.



Por mi parte, me gustaría contaros un caso que he vivido en mis propias carnes.

Estando en el instituto tuve una profesora de historia (hasta aquí como todos) absolutamente excelente. Fue la profesora que me enseñó a apreciar la historia. A darme cuenta de que la historia no es una sucesión de acontecimientos sin relación sino que todo está interconectado en la línea temporal como el fluir de un río, donde lo pasado afecta directamente a lo presente y que el entorno no sólo es importante sino que explica y ayuda a entender los acontecimientos.

Pues bien, esta profesora sin embargo tenía un gran pero: era completamente subjetiva, partidista. Esta profesora tuvo que explicarnos la historia reciente de España donde, obviamente, la guerra civil era un aspecto más que importante. Esta profesora era incapaz de decir las palabras "Francisco Franco", incapaz. El único modo que tenía para poder referenciarse a este personaje era "El dictador". Sus explicaciones estaban más que alteradas por un prisma "de izquierdas" que teñía sus explicaciones de una forma bastante obvia.

¡Ojo! No es que nos contara cosas irreales, para nada. Se ceñía absolutamente a lo que los libros de texto te contaban, pero siempre había "apreciaciones personales" que se escapaban de lo púramente académico.

Tengo que reconocer que, personalmente, no me molestaban en sí mismas, sino que no entendía por qué esta mujer no era capaz de abstraerse de ideologías personales y se comportaba de una forma profesional en su trabajo. Entiendo que pudiera haber otros compañeros que pudieran llegar a sentirse ofendidos (sobre todo si su ideología era contraria).

Esto, a lo largo de los años y sobre todo según me he ido adentrando en todo el tema de la educación, ha ido cobrando significado para mí. Es decir, somos docentes pero también somos personas. Es más que complicado mantenernos completamente asépticos sobre todo cuando hay temas que nos tocan la fibra. Somos humanos y, como tal, nos implicamos sin quererlo más de lo que debiéramos.

Sin embargo, lo entiendo pero no lo comparto. Cada vez estoy más convencido de que (y especialmente como docentes y modelos a seguir de mentes que dependen de nosotros para su desarrollo) tenemos que mantenernos neutros y asépticos (me repito porque es la palabra clave) en nuestras creéncias. Tenemos que ser Profesionales (con mayúscula) y enseñar a nuestros alumnos, no nuestro punto de vista o creéncias, sino a tener las suyas propias.

Yo puedo pensar que el color verde es horrible (permitidme no usar temas políticos, religiosos o futbolísticos para que nadie me linche) pero no debo transmitírselo a mis alumnos, debo enseñarles los colores y la actitud crítica para que ellos mismos desarrollen su propio criterio.

Y esa es nuestra responsabilidad. Ese es nuestro compromiso como educadores. Por mi parte, espero que pueda mantenerme siempre imparcial en mis creéncias dentro del aula y que sea capaz de transmitir a mis alumnos ese interés y ese deseo por rechazar de base las ideas ajenas y crear las suyas propias fundamentadas y desarrolladas por su propia forma de pensar como individuos.

 ¿Y tú? ¿Estás de acuerdo? ¿O crees que es necesario transmitir ciertas bases de tus propias creencias en tu alumnado?

No te entretengo más, nos vemos en la próxima.

3 comentarios:

  1. Yo estoy completamente de acuerdo. De hecho tu anecdota con la profesora de historia me ha recordado muchoa a la que yo tube en segundo de bachillerato...con la diferencia que ella practicamente el tema del franquismo se lo salto...nos lo dejo para que lo estudiaramos por nuestra cuenta. Por otro lado, aunque estoy de acuerdo contigo...creo que tenemos casos recientes bastante cerca en que se hace apologia politica dentro de las aulas de una u otra forma...o esa impresion da

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    1. Esa es la realidad.

      Todos hemos vivido situaciones similares y, sobre todo la política es un tema que afecta bastante al aula. Llegando al extremo de que, si el alumno no comparte la ideología del docente, puede afectar a su nota.

      Esperemos que este tipo de cosas no nos pase a nosotros!😉

      Un saludete

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  2. Desde mi punto de vista es imposible ser imparcial al 100 % y es más, diría que no es aconsejable.
    Tú mismo eres un ejemplo de lo que dices, no sé si voluntariamente o involuntariamente. En tu artículo te has referido a tu propia experiencia, por lo tanto eres parcial.
    Ahora bien lo que desde mi punto de vista es interesante es que a partir de un hecho totalmente parcial, como puede ser la experiencia propia, se pueda conectar con los alumnos.
    Pero esta parcialidad tiene que ser un apoyo o un estímulo de cara a los alumnos, nunca como una barrera.

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